Marta Ortiz

Marta Ortiz nació y reside en Rosario (Santa Fe, Argentina). Licenciada en Letras (UNR). Publicó los poemarios: Diario de la plaza y otros desvíos (El Mono Armado, Bs. As. 2009); Casa de viento (Alción Editora, Córdoba, 2015); Fuera de foco (Alción Editora, Córdoba 2019) y los libros de cuentos El vuelo de la noche (La Editorial, Univ. de Puerto Rico, San Juan, P.R. 2006) y Colección de arena (Editorial Fundación Ross, Rosario, 2013).
En antologías, entre otras: su cuento “Sicómoro” traducido al alemán en Argentinische Erzählerinnen des 20 (Selección de M.T. Andruetto, editorial Trafo, Berlín, 2014); Confines, (Pixel Editora, La Plata, 2020); Villes|Ciudades (edición bilingüe, sel. Pascal Mora, Éditions Unicité, 2021), Casa de viento se tradujo al francés.
Co-dirigió la colección Narrativas Contemporáneas para Editorial Fundación Ross (2010-2013). Co-compiladora de las antologías El río en catorce cuentos y Mi madre sobre todo (Edit. Fundación Ross, Rosario, 2010 y 2011). Publicó reseñas críticas y textos de creación en medios culturales de su país y del extranjero.
Desde 2003, coordina los talleres Ópera Prima (Lectura y Escritura y Lectura Crítica). Edita el blog “Vuelo de noche”
Poemas
I
A tientas lo atravieso: umbral de olvido al cascarón desierto.
Grumos escuálidos / arena / en el cuenco de mi mano.
Solfeo de tablillas desmenuzadas:
bajo continuo / debajo de mis pies
a ras de agua / a ras de pozo.
Sopla un viento lunar dobla / los pasillos de la noche.
Silencio de telaraña.
Hilachas,
la cortina de cretona floreada
pieza master de mi madre al pedal de la Singer.
Sin parpadeos absorto / en el recorte irregular
-astillas de vidrio esmerilado-
resiste
el rumor sepia del paisaje / hasta secarme los ojos.
II
Nítidas
las florecitas rehílan blanco el patio de ladrillos,
su antigua nevisca de ciruelo en primavera.
Pétalos de cerezo caen: / ¿es belleza o ilusión? (*)
Cifra de infancia y juventud,
gotea / el árbol
la breve vía láctea
cubre el piso.
(*) Saigyo, (Kioto, Japón 1118-1190)
Al primer muerto nunca lo olvidamos
aunque muera de rayo, tan aprisa
que no alcance la cama ni los óleos.
Octavio Paz
Mi padre fue pionero en desgajarse del tapiz familiar.
Ningún muerto posterior pesó tanto
selló con lacre la caducidad de la vida.
Crujió la tierra un siete de abril
–día de lluvias menudas–
con epicentro en la casa paterna
su brusco desasirse de nosotros
arrastraba consigo su caudal de palabras
nido casero donde recalábamos
para sentirnos seguros.
Adivino entonces un vértigo de padres vicarios
padres como bastones de mangos pulidos
donde apoyar la carencia.
Trucos,
para no darnos de boca
en la tumba siempre abierta
de nuestro primer muerto.
(de Fuera de foco, Alción Editora, Córdoba 2019)
A los setecientos inmigrantes del barco pesquero
hundido en el Mediterráneo el 19 de abril de 2015
(y a todos los que precedieron y siguieron).
No sé si ayuda remover esta resaca empecinada.
Resaca acuática.
Hasta qué límite.
Si el alivio deseado reside en la factura del poema.
Si el poema obedece al impulso de una plegaria.
Si repartirse como plancton en el vientre marino
significa la vida después de la vida.
Si la mutación justifica el naufragio.
Desde mi ombligo nómada oigo el repliegue,
espiral acuática
apenas sístole apagada diástole,
un desquicio de campanas mudas
quiebra el azul del antiguo Mare Nostrum:
setecientos latidos
setecientos pares de lágrimas
setecientas rosas negras
como setecientas diminutas tempestades
acompasan / acompaño
el descenso
pierden / pierdo pie
los cuerpos
arrojadas sus voces a remotas antepasadas negruras:
–mucho antes cruzaron ese mar
tatuada en su canto
la lengua madre–
la Felicidad entrevista dibujó pájaros y
el oráculo alado amansó la travesía:
existe un margen terrestre a la página marítima.
Pero la ilusión dio sirena por liebre y
flota aquí y allá sin rumbo la carnada
sobre pradera de algas y corales.
Mecidos, masticados, ciegos
a la ciega luz de la esperanza
pan sagrado para los peces
emperrado el ojo en brillo ajeno.
Debió inventarles –la obstinada– un paraíso,
un espejismo,
nunca este Leviatán hambriento.
Acrecen / suman los cuerpos la montaña
piraña negritud
dominio abisal
único hueso para los Sin Nada
el mar de los Vaciados
los Nadie
los Migrantes.
(de Fuera de foco, Alción Editora, Córdoba 2019)