Magister en traducción literaria. Ha traducido a Sylvia Plath, Ted Hughes, William Carlos Williams, Stephen Romer, entre otros. Fue editora de la revista Dans la lune (2004-2011). Publicó más de treinta libros entre 1989 y la actualidad, entre los que se cuentan Pas revoir (1999), Neige rien (2002), Va Où (2002), Le monde immodérément (2003), Récipiets d’air (2005), Nitch wiedersehen (2006), Mange-Matin (2008), Quand je me deux (2009), Vrouz (2012), Télescopages (2014) y Sens averse (2018). Ha escrito letras de canciones del grupo Indochine. Recibió el Premio Guillaume-Apollinaire 2012 y el Premio Robert Ganzo en 2015.
Traducciones de Horacio Maez y Nathalie Greff-Santamaria
de No verte más
Una hormiga a mi zapato la miro como baila
en el cordón sin tener miedo.
Habrá caído de yuyos o de mi ramo de
margaritas que más pesa medida que avanzo.
Me saco el timbo y la soplo tiene una vida
negra tan chiquita.
Me hubiese hecho cosquillas en los pies
quizás hecho reír solita rumbo al cementerio
como si fuese yo como si fuese ella.
No me visto especialmente de negro
porque no se te ve más.
Puedo pensar en vos de azul días enteros.
Encontrarte flores que salen de lo ordinario
floreros bastante lindos bastante pesados.
Es difícil regalarte algo, siempre fue.
La otra vez puse los pies en tus grandes
botas vacías y tu perro vino conmigo.
Llovía y nadaba adentro, seguro habrías
guardado las piedritas en tus bolsillos.
Y la otra vez de nuevo no te llevé
especialmente ningún ramo.
Da dos fácil mi padre y yo fácil.
Cuento con él para ponerme de acuerdo
conmigo.
Unas nubes nos pasan por arriba, unos
sapos cantan a lo lejos su canto mucho más
lindo que ellos.
Mi padre no dice una palabra estamos
juntos los dos pero soy la única en tener el
viento en el pelo y él es el único en no abrir los
ojos.
Y le muestro con el dedo de donde viene el
canto hinchado como una vaca de los sapos
pero conoce la fábula.
Unas nubes nos pasan por arriba el tiempo,
a mí sobre todo que las cuento tanto.
Mi padre no dice nada somos diferentes mi
padre y yo ahí somos nosotros dos plantados.
Desde la cabina del camión negro agotabas
las rutas sin fin.
Y pasando los cambios la mano la frente
doradas seguramente soñabas.
A veces aplastabas una gallina sonsa y
blanca y te apenaba.
Preferías el verano que acorta las noches
tenías pensamientos que sembrar en las rutas
eso hacía en tu frente líneas de horizonte.
En tus manos a veces un ave muerta que no
veíamos nunca.
Hacen su ruido de comer los vecinos en
pequeña familia.
En su mesa me serviría repollo, repollo y
después rosas y agradecería.
La vieja sensación de decir paa la boca llena
de mediodía las manos no bien lavadas mis
vecinos de siete años los envidio aún retados
por eso.
Acá paa se deja crecer las uñas y el pelo y
no desayuna más y no responde más a nada.
Se llueve sobre las flores por encima tuyo
llueve papá.
Llena mi bolsa es agua que cae llena los
oídos.
El ruido que hace: el del elefante pillando
infinitamente si te acordás.
Parece que las gravas rezongan unas
después de las otras, al menos que sea por ser
regadas así.
Soy la única visiblemente ahí entre las
begonias y las no sé qué.
Un pobre aguacero oh nada del otro
mundo.
Una pelea de gravas sin ninguna memoria.
Mi abuela pela frutas arriba de una revista
sensacionalista.
El jugo gotea sobre la sonrisa de un
cantante que les gusta a las mujeres mayores.
Habla de mi padre como conocería bien su
enfermedad.
Reconozcamos que mucho tiempo barrió
un hospital entero.
No la escucho miro desaparecer por
completo la sonrisa del cantante la cara del
cantante.
El camión rutilante duerme en los dientes
de león, mis hermanos hablan suavemente
afuera antes de la noche.
Sus palabras dicen cifras o estrellas, gritan
a un perro y retoman.
Tienen penachos soplados en el pelo,
marcas de aceite quemado en la mejilla y la
frente.
Cuando remontan uno al lado del otro, la
ruta es apenas lo suficientemente ancha para
ellos, y se callan.
Mi padre que se opera mi ópera mi padre
lanzado a las nubes.
Padre pasado bajo las azaleas en la tierra
amarilla y negra y hendida.
Lo que él deviene lo que yo sé mi
sentimiento en los senderos cuando el viento
vocea.